lunes, 20 de abril de 2015

Sem. 16/15 La Primitiva

Pompeya.

Allá por el año 79 d. C. andaban los pompeyanos cada uno en sus cosas, cuando de repente a eso de las 12 y media, el monte Vesubio que está ahí al lado, estalló. Y de él manó una gigantesca e incandescente nube de ceniza que el viento y el Destino quisieron que quedara depositada sobre Pompeya.
Fueron toneladas de ceniza y gas que hundieron tejados y asfixiaron a la población.
Horas o días después, una enorme colada de lava pasó por encima de aquella inmensa capa de ceniza, sepultando al pueblo y a sus habitantes durante siglos.

Allá por el 1550, el arquitecto Domenico Fontana estaba excavando para crear un cauce que le diera al agua una salida al mar. Se dice que desenterró una serie de frescos eróticos, y debido a la estricta moral reinante en su época los enterró de nuevo en un intento de censura arqueológica. 

Allá por el 1748, Carlos III (sí sí, el de la canción de la Puerta de Alcalá) mandó excavar en aquella zona pensando que encontraría algunos restos de aquella ciudad de la que se hablaba sin saber si se trataba de mito o realidad.
Me hubiese encantado ver la cara de Roque Joaquín de Alcubierre (que así se llamaba el director de los trabajos) el día que descubrieron lo que había allí abajo. Lo bueno es que no parece que expoliaran demasiado y además, lo mantuvieron en bastante buen estado.

Allá por el 1860, el arqueólogo italiano Giusseppe Fiorelli observó que la ceniza recubría los cuerpos de tal manera que al desaparecer la materia orgánica, se había solidificado una masa que dejaba el hueco de las figuras. Y propuso muy inteligentemente rellenar esos huecos con yeso. Y así es cómo podemos ver hoy en día la posición en la que quedaron los ciudadanos.
A toda esta serie de acontecimientos de Pompeya relacionados con la (mala o la buena) Suerte hay que añadirle ahora que yo estuve ayer ahí con esta combinación.



Allá por el 2015, andaban unas personas que formaban una Peña de La Primitiva cada uno en sus cosas, cuando de repente... 



Víctor M. de Francisco
LA PRESILLA

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