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jueves, 6 de marzo de 2014

Sem. 8/14 La Primitiva

Había una vez una competición de cortar árboles en un pueblo. Se presentaron los dos leñadores más fuertes. Y tenían que talar el mayor número de árboles posible en una hora.

El leñador de la camisa roja comenzó a talar. No paraba de golpear con su hacha una y otra vez. En un momento dado, dejó de escuchar el hacha del leñador de la camisa de cuadros. Pensó que ya estaría cansado y entonces continuó talando con más fuerza. Al rato, los golpes de hacha del leñador de la camisa de cuadros volvieron a retumbar en el bosque. El de rojo sonrió porque sabía que en este intervalo de tiempo le había sacado una buena ventaja.

Al cuarto de hora volvió a ocurrir lo mismo. Y el de rojo seguía golpeando orgulloso.

Quince minutos después, volvió a repetirse la escena. Y el leñador de la camisa roja no podía dejar de sonreír mientras trabajaba, convencido de su victoria.

Pero cuando finalizó la hora, el jurado comprobó que el leñador de la camisa de cuadros había cortado más troncos que su contrincante. (Por otro lado, era obvio desde el principio: un leñador que se precie siempre ha de ir con una camisa de cuadros).

Lo que ocurrió fue que mientras el leñador de la camisa roja golpeaba sin parar, el de la camisa de cuadros planificó parar cada 15 minutos para afilar su herramienta y al tiempo, descansar. Eso hacía que sus golpes fueran mucho más certeros y productivos que los de su rival.

Y es que con frecuencia pensamos que estamos haciendo todo lo posible, que no se puede hacer mejor… y sin embargo, a veces con menos esfuerzo se consiguen mejores resultados.

Este cuento explica de manera gráfica cómo funciona una dinámica que está ahora súper de moda tanto para optimizar el rendimiento de una empresa como para solucionar pequeñas (o grandes) complicaciones a nivel personal: el coaching.

Y por qué os cuento esto. Pues por dos motivos.

       · Primero porque tengo una amiga que ha hecho un curso sobre el tema y necesita 100 horas de prácticas (a precio de prácticas, que eso es lo interesante) para convalidar el título. Os lo digo por si alguien puede estar interesado. Se llama Raquel y es bien maja (arql.fdez@gmail.com).

       · Y segundo, porque yo creo que voy a tener que llamarla. Porque me paso talando mails todas las semanas y resulta que el viernes cayó el Bote del Euromillones en la Avenida de la Albufera (no en el mismo sitio de la otra vez, que la avenida es muy larga).

Os presento el hacha de esta semana


Tengo las manos llenitas de callos. Yo creo que ya nos toca, joer…


Víctor M. de Francisco
LA PRESILLA